Por amor a… las miradas, las sonrisas, el descaro y, sobre todo, Rhett Butler

Hoy me ha ocurrido una experiencia memorable en la playa. Yo sé que soy descarado, osado, atrevido, insolente, respondón y provocador, muy provocador. Siempre lo he sido. Hubo un periodo de mi vida en que perdí estos atributos, pero los he recuperado en todo su esplendor.

Yo estaba sentado en mi toalla junto a la sombrilla cuando, de repente, una pareja hace su aparición en escena. Él no estaba mal y ella tampoco. Ella era una chica rellenita pero sin estar gorda, con sus curvas, de las que tienen donde agarrar. De las que le van al gran GV. De cara no era una belleza, pero no era fea. Tenía una especie de pendiente en la nariz, muy sensual. Le daba un toque muy interesante y morboso (casi como aquel lunar pecaminoso que una musulmana se tapaba con el pañuelo en Ginebra, ¿verdad que te acuerdas, Justito?). Las piernas eran recias, casi como las de Clark Gable en Mogambo (o eso decía Ava Gardner). Rodillas cubiertas y bonitos pies. Y muy blanquita de piel.

Lo que ha pasado es que he sacado a relucir mi descaro. La he mirado fijamente. La he recorrido con la mirada insistente y penetrante cual cuchillo de acero entrante. Obviamente, lo único que deseaba era llamar su atención. Ella enseguida se ha dado cuenta. Ha sonreído primero, se ha avergonzado después y le ha dicho a su novio (supongamos que lo fuera) que estaba pasando mucha vergüenza porque un degenerado (esto no lo ha dicho, pero lo habrá pensado) la estaba escudriñando cuidadosamente. El novio se ha girado y me ha mirado a mí. Yo le he mirado a él y también le he sonreído. Ella, en ese momento, se ha reído. Y yo, pues también. Los que me conocen saben que eso en mí es inevitable.

Me ha recordado tanto, tanto, tanto a esa escena en la que la cámara baja por la escalera de la mansión de los Wilkes para presentarnos por primera vez a ese moreno insolente que desnuda a las señoritas con la mirada, y que, para más inri, tiene una reputación terrible y no es recibido por ninguna familia decente. Ése era Rhett Butler. Ése soy yo. ¿Descarado? Sí. ¿Indecente? También. Y, como bebo y la gente acaba sabiéndolo… eso arruina la reputación, ¿verdad, Escarlata?

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