Por amor a… las risas, las bravatas, la justicia y, sobre todo, a Lady Marian

Acabo de volver a ver una de las películas más románticas del cine de aventuras. Me refiero a Robin de los Bosques.

Es una película que tiene ese aura, esa atmósfera imborrable que impregnó todo el cine americano de los años 30 y 40.

La presentación de Robin Hood (Errol Flynn) que hace Michael Curtiz (ese húngaro universal y tiránico en palabras de Bette Davis) no tiene nada que envidiar a la que Victor Fleming hace de Rhett Butler en «Lo que el viento se llevó». Solamente hay una diferencia. Rhett está quieto y es la cámara la que se acerca hacia él bajando la escalera de Los Doce Robles mientras sonríe y desnuda a Escarlata con la mirada. Robin es, en cambio, quien se acerca montado a caballo hacia la cámara que lo está enfocando para que se vea su primer plano. La sonrisa (no sé si taimada o no), el bigote, los ojos, la boca, el rostro de Errol son absolutamente memorables. Son de los que impresionan.

Tiene la película escenas grandiosas y diálogos imperecederos. No voy a comentarlos todos porque daría para escribir una obra completa con varios volúmenes. Solamente me voy a fijar en dos o tres.

1) La cena en el castillo al inicio de la película.

En ella se nos presenta Robin con un venado a la espalda y mantiene un diálogo maravilloso con el Príncipe Juan (Claude Rains) acerca de la lealtad y la traición. De hecho, tiene momentos muy buenos, como cuando el Príncipe le dice que es un bribón muy audaz (bold rascal en inglés). O cuando Lady Marian Fitzwalter le dice: «You speak treason». Y él le responde: «Yes, milady, fluently». En fin…

2) La comida en el bosque de Sherwood con Lady Marian.

Aquí hay muchas escenas, imágenes y frases extraordinarias. Baste recordar cuando Lady Marian (Olivia de Havilland) lo pone a él a prueba y le dice irónicamente: «Supongo que todo el dinero que nos habéis robado será para pagar el rescate del Rey Ricardo. No habréis pensado en quedároslo». Y él, se sube a la mesa y pregunta a sus hombres: «Muchachos, ¿qué hacemos con el dinero? ¿nos lo repartimos?». A lo que sus hombres responden al unísono: «¡No! ¡Pertenece al rey! ¡Es para el rescate del rey!».

Luego hay un diálogo precioso que merece la pena escribir aquí. Es después de que Robin le haya enseñado a Marian el daño que sus compatriotas normandos están infligiendo al pueblo. Más o menos, es así:

Lady Marian: Sois un hombre extraño.

Robin: ¿Extraño? ¿Por qué? ¿Por comprender el dolor de esta pobre gente?

Lady Marian: No. Porque queréis remediarlo. Habéis perdido vuestro rango, vuestras tierras, vuestras posesiones. Sois un proscrito. Además, alguno de esos hombres a los que habéis ayudado era normando.

Robin: ¿Y eso qué más da? Odio la injusticia, no a los normandos.

Lady Marian: Ya, ¿pero qué recompensa esperáis recibir?

Robin: ¿Recompensa? No habéis entendido nada…

Lady Marian: Lo siento. Creo que ahora empiezo a comprender…

Robin: Entonces me basta con esa recompensa.

 

3) La escena de la ventana en el castillo

Esta escena es fantástica por la imagen y por la toma de la cámara, desde arriba. Fue la escena que Olivia hizo repetir adrede equivocándose en el guión varias veces para putear a Errol Flynn por tener un romance con ella a pesar de estar él casado. Y en la que él tuvo algún que otro problemilla con los leotardos… Pero lo mejor de esta escena es cuando él dice eso de «mi bella y dulce normanda». Ésta es otra de esas frases que merecen la pena ser dichas, aunque solamente sea una vez en la vida.

Gracias por todo, Lady Marian, muchas gracias.

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