Siempre he sentido fascinación por una cosa que Olivia de Havilland dijo, en un documental, de su relación sentimental con Errol Flynn. No recuerdo las palabras exactas, pero más o menos venía a decir que ellos habían tenido una excelente relación y convivencia en el trabajo, en la vida y que… si no se había podido llegar a más pues tampoco importaba ya mucho.
Esta capacidad de aceptar las cosas tal y como vienen dadas, no sé si es muy cristiano o no, pero creo que ayuda a serenar el espíritu.
Otra cualidad que he admirado siempre ha sido la de sacrificarse por los demás y por aquello en lo que uno cree. Me viene a la mente la noble acción (y trágica también) de Rick en la película Casablanca, cuando renuncia a su amor por Ilsa en favor de lo que él cree correcto (o mejor quizá) en ese momento. Obviamente, le toca contarle a Ilsa una puta trola. Y, como dice el prefecto de policía, ella se va sabiendo que es mentira lo que Rick le ha dicho.
Otra gran historia que me viene a la cabeza ahora mismo es la proeza de John Wayne en «El hombre que mató a Liberty Valance». Su capacidad de sacrificio y renuncia al amor de su vida solamente porque desea verla feliz (aunque sea con otro hombre) es algo objetivamente bello, noble (worthy, como dirían los ingleses) y profundo. Dudo mucho que cualquiera fuera capaz de hacer algo así.
Ya lo dijo Espartaco en la película: «Luchar puede hacerlo cualquiera. Recitar versos y hacernos creer en las bellezas que cantas, no. Tú no lucharás. Tú recitarás versos». ¡Qué gran historia de amor entre Espartaco y Antonino! No podía acabar de otra manera diferente. Cuando hay verdadero amor (sea entre quienes sea) no se puede ver a esa otra persona sufrir. Por eso ambos querían matarse.