Las películas de mi vida (III): Los Mejores Años de Nuestra Vida

Acabo de ver la película "Los Mejores Años de Nuestra Vida", de William Wyler. Es una película excelente, muy muy emotiva. Ganadora de un Oscar a la Mejor Película.

Trata de las vidas de tres soldados (dos oficiales y un marinero) del ejército norteamericano tras la II Guerra Mundial. De sus alegrías y tristezas, sus grandezas y sus miserias. El perfil de los tres no es el mismo. Uno de ellos es un hombre casado desde hace 20 años, el más afortunado de los tres. Está casado con una mujer que lo quiere y tiene dos hijos que también lo quieren. El marinero es un mutilado de guerra que perdió las dos manos cuando se quemó su portaaviones; es quizá el más desgraciado a priori, aunque creo que es quien mejor acaba, aunque bueno, todos acaban bien, creo yo. El otro oficial es un pobre fracasado, un don nadie, casado con una hija de puta (con todas las letras, el mismo calificativo que Sócrates reservó a los sofistas según un buen amigo mío), perfectamente interpretada por Virginia Mayo. Una mujer que se casó con él porque pensó que era un buen partido y que cuando las cosas vienen mal dadas lo que hace es humillarlo, insultarlo y menospreciarlo. Una de esas que merecen que les escupas en la cara cuando pasas a su lado.

En fin, si alguien quiere ver a unas actrices guapas, tendrá oportunidad de hacerlo en esta película. Sale una Myrna Loy madurita. Ya no es la novia del gangster como cuando hacía películas en los años 30. Aquí interpreta a una mujer respetable y casada de la sociedad americana de la época. También podréis ver a Virginia Mayo, esa rubia despampanante que aquí hace de chica superficial e hija de puta. Y también podréis ver a una jovencita Teresa Wright, que hace el papel de joven idealista, enamorada… La chica con la que todos querrían casarse o a la que todos querrían tener como hija. Típico papel en el cine americano. Eso sí, la Teresa Wright esta era guapa. Realmente lo era, sí.

Me quedo con una escena espeluznante de la película que es cuando el marinero llega a su casa y empieza a saludar a sus padres y a su novia. Están todos tan emocionados al verlo que no reparan en que no tiene manos, en que las ha perdido y en su lugar tiene un par de garfios. Solamente se dan cuenta cuando el marinero levanta el brazo para despedirse del resto de sus compañeros de viaje cuando éstos continúan en el taxi camino de sus casas. Ahí todos se dan cuenta de que nada volverá a ser como antes, de que ha habido una guerra. Es una escena de esas que te ponen la piel de gallina.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario